Rikrdo (Final de mi novela)

Al fin llegó el día de nuestra cita, ese día en que todo lo que mi mente planeaba desde días antes llegaría a su ejecución para concluir con lo que tanto soñaba después de aquella felicidad interrumpida. No se como me atreví a ir al lugar donde quedamos de vernos, creo que solo esperaba verlo para salir corriendo y gritarle que se alejara para no salir más que lastimados. Solo quería verlo para tomar esas fuerzas para huir de sus ojos que nunca me atreví a ver, solo no quería estar frente a él. Todo tiene que terminar pero no le veía fin a este agobio que me torturaba muy lentamente en mi alma, poco a poco me mataba y se burlaba de mi a cada paso que doy hacia aquel lugar donde él me esperaba con un lindo ramo de flores azules y moradas con un listón morado en su mano y una sonrisa en su rostro, y quiero suponer que sus ojos brillaban de felicidad por que no me atreví a llegar a su mirada.

Un simple hola inició la conversación que yo ya quería terminar.
- Que linda te ves hoy.
- Gracias Ricardo, tú también te ves muy apuesto
- Toma – me da el ramo que traía en su mano.
- Gracias, que lindo.
- Y… ¿Por qué viniste a México?
- Porque hace unos días me pregunte ¿Por qué estoy en Argentina? Y me di cuenta que había olvidado mi propósito.
- ¿Cuál era tu propósito, por que te fuiste?
- … Para olvidar a una persona que me dio la felicidad que necesité para vivir hasta que tome las fuerzas suficientes para desprenderme de ella y empezar de cero, para vivir yo sola. Pero desde que la conocí solo me causo dolor, lágrimas, tristeza y preocupación.
- ¿Quién es esa persona?…

En ese momento solo deseaba decir lo que sentía por él desde hace años, todo, sí, todo lo que había logrado hacer él solo con mirarme. Más sin embargo transcurrió tanto tiempo que solo pude llorar y no sabía si callar o hablar, acabo, ya era tarde y sabía bien que tenía que acabar el problema desde la raíz.

- ¿Por qué no contestas? –insistía en preguntar, me pedía una respuesta que siendo yo la única en contestar no podía, no sabia, no quería… - Soy yo… ¿verdad?
- ¿Por qué deberías de ser tú? Como si fueras el único en el mundo o ¿que?
- La felicidad encuentra por donde filtrarse.
- ¿A que te refieres?
- No se, solo que cualquier persona puede ser objeto de la felicidad para transmitirse.
- ¿A dónde quieres llegar con todo esto?
- Eres tú la que debería de saberlo, digo, después de tanto tiempo: te as vuelto famosa, económicamente estas bien, tienes un novio que, por lo que cuentas, te adora, tienes a tus primos, amigos y solo por que si, vienes a contarme todos tus pesares a mi, que solo fui tu amigo por lo que duramos de teatro, y ¿Qué tu no eres psicóloga?

De tan hermoso reencuentro mira a donde fue a parar nuestra platica. Lo que más deseaba en el mundo era decirle que definitivamente era él el que me causó tanto daño emocional, que era aquella persona de la que me tuve que alegar, no por que quisiera, si no por el bien de ambos, o almenos por que así lo creí yo.

- Dime, ¿quisiste a otra persona más que a mí?, ¿o solo yo soy esa persona de la que te tuviste que alejar?…
- …
- Vaya, ¿no tienes nada que responder a esto? ¿tú? La que no quedaba callada ante cualquier persona o terrible ensayo de las materias, ¿tú? Lo que tenia que decir siempre algo, aun que fuera una letra, la que siempre tenia la ultima palabra… ¿no tienes nada que responder?

Era difícil callar con mi arrogancia, pero en ese momento me quede en silencio, escuchando lo que decía, oyendo su timbre de voz, su seguridad; me sentía desprotegida, acorralada, desarmada, descubierta. Y así demostrarle lo que debería de responder pero no podía con las palabras. Ante todo esto solo anhelaba que el tiempo transcurriera lo más rápido que fuese posible; a la vez, también quería que se detuviera, por que, pude ver al fin su mirada, esos ojos que tanto temía encontrar, esos ojos que siempre anhele, que nunca me atreví a ver mas sin embargo en ese momento me fue obligado a ver; suavemente se acerco a mi, lento, muy despacio, como si fuera una costumbre, la costumbre de fingir, la costumbre de sentir que el corazón va latiendo, la costumbre de vivir, simplemente por costumbre, después colocó una mano sobre mi brazo, y la otra en la cintura… se acerco mas hacia mi, después se acerco tanto a mi que pude sentir su respiración, mas que eso, yo tenía su respiración en mi, me sentía como la ves que me miro la primera ves que estuvimos solos, tan cerca pero nada como hasta ahora… después solo quise que todo se olvidara mas sin embargo lo sigo recordando.

- Ahora, has lo que de debes de hacer, ya lo pensaste, ya es momento. Que comience la función.

En ese momento; y solo ahí, frente a esa figura delicada de su cuerpo junto al mío, simplemente ahí; pude ver lo que en años antes no comprendía, y hasta en ese maravilloso momento pude ver que a final de cuentas que no había perdido mi inspiración para escribir poemas, solo estaban escondidos todo el tiempo bajo una mascara, cerca de mi como mí alma, de echo, era mi alma la delicada manta que los cubría. Tantas veces trate de escribir un poema para el que decía yo el amor de mi vida, aunque me negaba a decirlo frente a las personas que ya sospechaban de esto. Tantas veces trate de terminarlo, pero no pude, y es que como iba yo a escribir un sentimiento, es por eso que comprendí que los sentimientos no se escriben, se expresan, se demuestran; algunas veces inconscientemente buscan pecho dentro y sin querer se vuelven palabras, que forman promesas, que causan daños; esos daños que no se borran completamente, daños que dejan huella, daños que dejan cicatrices, que dejan dolor, angustia, tristeza, soledad, amargura, olvido. Y como iba yo a ser la primera en escribir lo que el corazón siente, si solo soy un instrumento, una herramienta, un utensilio.

Y es que a un amor por el que se daría la vida si fuera necesario. Yo quería hacerle versos, como él los merecía; los empecé tantas veces y no salía del comienzo, y es que a ese amor, a ese amor, yo pienso: ¿que se le puede escribir?, solo se le puede decir, en la ternura, en la ternura de un beso…

- ¿Eres feliz?

Y ahí estábamos de nuevo. Frente a esa pregunta que tantos años me intrigo y a la vez me faltaba responder. Y trate de pensar en como responderle, no en que era bueno contestar, sino en que era lo mejor para decirle. ¿Eres feliz? Su pregunta se mecía en el aire, en su aroma, en su respiración que tenía en mí. Tanto que trate de apagar esas ganas intensas de acabar con lo que estaba decidida a hacer tan solo en un beso, pero otra parte de mi aún me gritaba “anda vamos, ya estas aquí” y se bien que entre los dos a quien mas le dolía era a él, y a mi me dolía su dolor. Era algo inevitable.

- ¡BASTA! –grite separándome de él.

Ya no podía más, lo invite a tomar un trago, después siguió otro, y cada segundo aumentaba su embriaguez hasta quedar inconsciente, dormido en el sillón negro de su departamento frente a mí, su amiga, amada amiga, casi las seis de la mañana el lunes 13 de diciembre, con el frió que golpea la ventana, ese frío que me dice que el me esta viendo y sabe lo que va a pasar cuando de repente… ¡silencio!

Sofocado, falta de aire, asfixiado, ahogado, estrangulado, ahorcado, o como tú le quieras llamar. Yo lo maté. Despertó bajo la almohada con lo que lo asfixié, manoteando como buscando la libertad, después de luchar en vano por su vida, dejo de pelear cuando no tuvo más que la resignación de desistir. Morir. Yo estaba conciente de lo que acababa de hacer, cierto que había tomado alcohol, pero sabía lo que hacía, ya lo tenía planeado, ¿es difícil de entender eso? Más no me declaro culpable. Podría decir que lo maté en defensa propia, porque él ya me había lastimado mucho, porque me torturaba con su suavidad al tocarme, con su ternura al abrazarme, con su mirada enamorada me amenazaba, me maltrataba con su delicadeza al besarme, en cada cosa él era el culpable. No yo.

Salí del departamento, con la pintura de mi rostro corrida por las lágrimas de cocodrilo que habían atrevido a salir. Con mi vestido arrugado y mi ramo de flores que me regaló todo maltratado, caminando en la soledad de la calle oyendo el eco de mis tacones en el barrio aun vacío como la botella de vino, el sol anuncia su presencia entrante y yo apenas me voy.

Alguien se atrevió a hablar a la policía, dijo que su vecino no contestaba las llamadas y por eso se atrevió a abrir el departamento y al entrar encontró el cuerpo de Ricardo tendido sobre el sofá. Comenzó la búsqueda, direcciones, teléfonos, citas, compromisos, la agenda y de más, en todos lados me apuntaba a mí, yo estaba en la agenda, en su directorio y fui el ultimo compromiso de ese fin de semana, tal ves porque Ricardo quería empezar bien la semana, pero ni siquiera la terminó. Fueron a mi casa, nos contamos todo. Me aprendieron.

Ahora estoy aquí, ya nadie me visita, la ultima persona que estuvo conmigo fue Francisco Maya el día de mi juicio, ese día me encontré accidentalmente con sus ojos color miel que me decían lo mucho que lo desilusioné, algo así como -¿Por qué Nixie, cómo te atreviste? ¡Alto juez! No pudo haber sido ella… Y después de que el juez dictara mi pena solo alcance a verlo de espaldas con la cabeza inclinada y moviéndola negativamente mientras yo caminaba hacia mi celda.

Entonces… lloré.

2 comentarios:

  1. WUAW...
    Que novela tan padre..,pudes publicar todo lo demas es muy intensa...besos...bye...Luis Pazos

    ResponderEliminar
  2. EL SENTIMIENTO NO PRESISA VOZ...... TIO RAUL

    ResponderEliminar

o_Oººº(De AnTemanO GraCiAs x Tu CoMenTarIo)
A.t.T.e.
Ahide García
*´¨)
¸.•´¸.•*´¨)
(¸.•´ (¸.•` ¤..
_____(`*•.¸ (`*•.¸ ¸.•*´) ¸.•*´)
__..::¨`•.¸ *...!*AhIdE★*!...* ¸.•`¨::»[ЯĐ]«❤
_____.(¸.•*(¸.•*´¨¨¨¨`*•.¸)*•.¸).